lunes, 17 de noviembre de 2008

El militante peronista


EL MILITANTE

Por Roberto Surra

Él no está por interés comercial, él no se alquila. Él cumple, sencillamente cumple.

Él sabe lo que es volver de madrugada, llevando encima el popurrí colorinche de cientos de gotas de pintura. A él alguna vez le dolieron las manos arrugadas de engrudo cuando el frío salió con él y se mantuvo firme a su lado a lo largo de alguna pegatina.

El volvió (y vuelve) casi siempre tarde, cuando los chicos duermen, cuando ella (su compañera, su esposa, su madre), lo está esperando con el plato de humilde guiso caliente y el beso reparador. Y él sabe también de a ratos lo que es comer solo, porque bueno... ya es demasiado tarde y no vale la pena, quedate en la cama que yo como y voy...

Él a veces regresa temprano, y los vecinos se asombran de verlo; lo miran y lo señalan con el dedo: "ahí va el peronista" y lo que va ahí, en realidad no es sólo el peronista, sino además, "El Militante".

Él habla de política en todas partes. Él es el que vende las rifas y el que invita a una peña. Él es el que convoca a una charla de doctrina, y el que a veces (digámoslo) hasta llega a aburrir, ya que el que no milita, no lo entiende, lo ve como un "personaje", aunque él en realidad él no quiera serlo.

El militante defiende al peronismo en todas partes, en todo momento. Sabe que tal o cual dirigente es un chanta, y lo afirma: En la Unidad Básica; en el Sindicato; cuando habla con otro peronista. Pero atención: en las reuniones familiares, por ejemplo, o en el colectivo, o en cualquier otro lugar donde un "contra" le critique a ese dirigente, saca la espada y pelea, pelea y lo defiende como si fuera un hermano, y lo hace porque de esa manera está defendiendo al peronismo, dado que al contra poco le importan nuestros dirigentes, lo que verdaderamente les duele es el peronismo.

El militante compra la tela, y por lo general es su madre, o su esposa, o su hermana quien hace la bandera. A él se le ocurren las consignas, es él el que llega con su orquesta bochinchera individual (bombo, garganta y corazón) y pone ritmo y color en cada acto peronista. Él mantiene viva la fuerza de nuestro movimiento, él organiza la misa por los caídos, los que fueron como él, y él sabe (¡si lo sabrá!) que quizá algún día, él, sea como ellos.

El militante es una mezcla de abeja y de juglar, que trabaja y trabaja, a veces en voz alta, a veces en silencio, narrando historias, organizando algo, arrimando su granito de arena a la gran construcción de nuestra Patria. Él todo lo hace por amor, quiere que su pibe se llame Juan Domingo (por amor al General). A su piba le puso María Eva (por amor a Ella), y sé de muchos que a la nena le pusieron María Eva Isabel, porque ésa es la síntesis del amor del General. Sí, el militante todo lo hace por amor y él sabe de la ingratitud. A él lo acusan: "Vos andás detrás de algo; "Dale, ¿en qué curro andás?". "¿Y, te acomodaste?". Y él no responde. Él sigue, ¡con bronca! Y a veces se enoja, ¡brama, putea! porque él no quiere nada "raro" es más, él "pierde" siempre, si de dinero se trata.

Es el que compra las rifas, paga el café, viaja, paga el colectivo, es el que pierde las horas extras, él es el que pone para "sacar el volante", para comprar negro humo, para las brochas, la cal, para pagar el local, y si alguien lo pecha, él saca y da. El militante es el arquetipo del voluntario. Todo lo da a cambio de la satisfacción del deber cumplido. Es como el hornero; canta y trabaja, construye y canta.

Cuando llame a su casa, recíbalo con alegría, cuando lo vea por la calle no pase indiferente. El militante necesita de su afecto, porque aunque él no especula nunca y aunque no lo demuestra, a veces se siente solo, como usted ¿vio? y si bien él ya sabe que usted lo quiere, además necesita un cachito de afecto, y que de vez en cuando, además de quererlo, usted, compañero, se lo diga...

jueves, 13 de noviembre de 2008

Diferentes modelos sindicales

Queridos compañeros,

En el siguiente artículo, facilitado por el compañero Berazategui, detallamos las distintas concepciones sobre la organización sindical. Todo viene a colación de la nefasta aprovación de la ley de "libertad sindical", que viene a traer esa democracia que tanto bien nos hace a una institución en la que la democracia no debe ser aplicada, por ser corporativista. Esta medida debilita la capacidad de los sindicatos a la hora de llamar a paritarias o mismo para enfrentar los intereses de las empresas, atomizando las centrales y quitandoles poder de negociación, afectando de esta manera la columna vertebral del movimiento obrero organizado, la Confederación General del Trabajo.

Provecho!



Modelo Marxista.


El sindicato en este modelo está al servicio del partido político y en tal sentido, es sólo un instrumento de la clase política para la toma del poder. Su función reivindicativa y social está orientada por este objetivo, de modo tal que el restablecimiento de las relaciones de justicia en el orden laboral no es su fin prioritario, sino que él, se encuentra subordinado al objetivo primero: “la toma del poder político”.

Ello explica que ante situaciones de injusticia similares, en ciertas circunstancias reaccione y en otras no. Y ante las urgencias y necesidades de ciertos afiliados actúe y en otras no, según el grado de compromiso político que tenga el afiliado con la estrategia del partido comunista o marxista.

En los casos en que el PC tiene el poder del estado; por ej: Cuba, el sindicato marxista al ser un simple instrumento del partido político, sólo está para convalidar el statu quo imperante. Tiene anulada su capacidad reivindicativa.

En el orden internacional estos sindicatos están adheridos a la Federación Sindical Mundial -FSM- que para Iberoamérica tiene una rama que es el Congreso Permanente de Unidad Sindical de los Trabajadores de América Latina – CPUSTAL-.


Modelo fascista.

Para entender al sindicato en el modelo fascista hay que partir de la famosa fórmula de Mussolini en la “Scala de Milano”: Todo en el Estado, nada fuera del Estado. Así en este modelo, el sindicato es una creación del Estado y al servicio del cual debe de estar. Es por ello que los empleados públicos no tienen derecho a huelga. Además de ser una creación del Estado, se plantea la subordinación al partido político fascista. Y como para el fascismo el Estado es anterior y superior a la nación, el sindicato es aquí un elemento más de presión sobre el individuo, que el Estado totalitario tiene. El principal rasgo del fascismo en este campo, su corporativismo, no es un medio para contrabalancear el poder y la influencia del Estado, como la sana teoría propone, sino la construcción de la sociedad civil en cuerpos, como función esencial del Estado. Que es, casualmente, lo opuesto a lo que se enuncia.

Hay que distinguir el auténtico corporativismo, que es una doctrina extraída directamente del propio ser del hombre como animal social, expresado en la naturaleza multigrupal de las sociedades. Este corporativismo comunitario a partir de lo expuesto por autores católicos como Vogelsang (1818-1890), La Tour du Pin (1831-1924), Albert de Mun (1861-1914), surgió como respuesta al liberalismo y al socialismo, que después de la Revolución Francesa (1789) habían reducido al hombre a un simple agregado de individuos frente al Estado sin organizaciones intermedias entre ambos que los defendieran. Se apoya en el derecho natural de los hombres a poder agruparse.

El otro tipo distinto es el corporativismo de Estado, típico del fascismo, que propone no ya la organización social por cuerpos de la sociedad, sino un Estado Corporativo. En este sentido el Estado fascista es también un producto de la modernidad y coincide y comparte con el liberalismo y el marxismo el monismo jurídico, según el cual el Estado es la única fuente de derecho.

Por el contrario el corporativismo comunitario defiende la capacidad jurídico-normativa de los cuerpos intermedios. Sosteniendo que los hombres no sólo tienen el derecho de agruparse sino también poseen el derecho de reglamentar las agrupaciones que van a formar. Esto es lo que un filósofo como Georges Gurvitch en su libro Sociología de la Ley llama “el hecho normativo” que produce la propia regulación jurídica de todo grupo en que predomine la sociabilidad activa y que realice un valor positivo. Como es el caso de las múltiples y variadas organizaciones libres del pueblo.

Hay que tener muy en cuenta esta clara distinción entre corporativismo de Estado y de comunidad, para no confundirse ni confundir, como se ha hecho atribuyendo falsamente carácter de fascistas a los regímenes de Dollfuss en Austria, Oliveira Salazar en Portugal o Perón en Argentina.


Modelo liberal.

Al considerar el liberalismo al hombre como individuo con libertad absoluta y por tanto desligado de toda responsabilidad social, el sindicato aparece como un elemento que coarta y obstruye dicha libertad. El liberalismo, fiel a la ley de Le Chapelier de 1791, sostiene la eliminación de los gremios por considerarlos una rémora de la Edad Media.

En la actualidad el sindicato liberal-capitalista es el típico gremio de empresa, vgr. Ex -Sitrac-Sitram, cuya finalidad consiste en lograr el desarrollo por separado del resto de la rama de producción o servicio. El Convenio 87 de la OIT que alienta la creación de cuantos sindicatos tenga la voluntad de los trabajadores por rama, industria o servicio, es la última expresión de este modelo sindical. Donde el pseudo dirigente termina creando gremios por fábrica con el dinero del patrón, con lo cual pierde toda legitimidad y sus afiliados toda cobertura o defensa. Estos sindicatos son, en definitiva, una cortina de humo de la plutocracia internacional.


Modelo Socialdemócrata.

El sindicato en este modelo actúa bajo banderas que le propone el progresismo democrático y social, que son en la práctica, inalcanzables. Es, por así decir, “el canto de sirena” con el que el pensamiento políticamente correcto embreta a los sindicatos auténticamente nacionales. Así, por ejemplo ha inventado un instrumento de esterilización de los sindicatos: la cogestión empresaria. Idea encantadora, pues nadie rechaza en su sano juicio poder ser dueño de la empresa donde trabaja. Sin embargo, en la práctica comprometiendo al sindicato en una gestión empresarial, restringe su capacidad de maniobra sin contrapartida. Lo saca de sus fines específicos, dejando tranquilas y libres a las empresas monopólicas para que hagan lo que quieran. En definitiva el proyecto socialdemócrata socializa la gestión pero deja intacta la propiedad.

Así, principalmente, inhibe al movimiento obrero organizado de la verdadera participación que debe tener en la conformación de las políticas económicas y laborales que debe seguir la nación toda. Y en cuanto al trabajador, lo priva a su vez, de la verdadera participación en la propiedad, que es la única participación efectiva.

En definitiva, el modelo socialdemócrata esconde, bajo el disfraz progresista y democrático, el instrumento más sutil de los poderes mundiales indirectos para la dominación de los movimientos obreros.

En el orden internacional estos sindicatos están adheridos a la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres – CIOSL- que para Nuestra América tiene una rama que es la Organización Regional Interamericana de Trabajadores – ORIT-.

Además estos sindicatos trabajan estrechamente con la Fundación Frederick Ebert, vinculada al partido socialdemócrata alemán (SPD), que a través de cursos de capacitación de los dirigentes locales busca influir en sus respectivos gremios.


Modelo Socialcristiano.

Es una variante del modelo socialdemócrata que, a diferencia de apoyarse en autores laicos, se apoya en el denominado progresismo cristiano. Dado su carácter socializante, (no hay que olvidar que a los demócratas cristianos, Perón los definió como: pececitos colorados que nadan en agua bendita) su bandera ha sido la autogestión estatal. Donde el sindicato se compromete en la gestión haciéndose cargo del costo político de la misma.

La creación de estos gremios socialcristianos es alentada por la Iglesia Católica en aquellos lugares como Chile y Venezuela donde la Democracia Cristiana es fuerte, mientras que en los países de movimientos populares arraigados, con en el caso del peronismo en Argentina, trata de contener a los gremios dentro de su pastoral social bajo la coincidencia con la doctrina social de la Iglesia.

En el orden internacional estos sindicatos están adheridos a la Confederación Mundial de Trabajo –CMT- cuya filial para Iberoamérica es la Confederación Latinoamericana de Trabajadores –CLAT-, con sede en Venezuela.

Además estos sindicatos trabajan estrechamente con la Fundaciön Konrad Adenauer, vinculada al partido demócrata cristiano alemán (PDC) que mediante cursos y becas de capacitación, busca influir sobre estos sindicatos.

Resumiendo: Estas dos últimas centrales sindicales ya sea por medio de las regionales, de los partidos políticos, o de las fundaciones, posee una receta o modelo para resolver la denominada cuestión social. Esto es, la relación entre el capital y el trabajo; la empresa y el obrero. Para los socialdemócratas la cogestión, para los socialcristianos, la autogestión.

Nuestra opinión es que so pretexto de otorgar un papel activo a los trabajadores y al sindicato en la empresa, lo que logran es restringir la libertad de maniobra del sindicato sin contrapartida, provocando una contradicción en el seno de la organización y su posterior debilitamiento, y dejando intacta la propiedad capitalista de los medios de producción. En definitiva, son el último y más sutil intento de dominación por parte del imperialismo capitalista en este campo.


Modelo de la CTA (Confederación de trabajadores argentinos).

Es una variante de la versión socialdemócrata con el agregado que bajo la máscara de “democratización de los gremios”, esconden la búsqueda del debilitamiento de los mismos.
La tesis es que hay que ampliar la democracia sindical mediante la habilitación a los sindicatos simplemente inscriptos, aunque no tengan personería gremial, en la participación de la discusión en los convenios colectivos de trabajo. Y que estos convenios sean aprobados o no, después, por los trabajadores representados en ellos en asamblea, plebiscito, o voto directo.

Esta propuesta de falsa democratización sindical, quiebra la representación gremial orgánica, dada en la personería gremial, y permite la creación de cuantos gremios se quieran por empresa o rama de producción, lo que forzosamente anarquizaría la discusión del convenio y la representación genuina de los trabajadores. Ello conlleva, necesariamente, a una pérdida sustancial del poder sindical, tanto ante las cámaras respectivas como ante el gobierno.


Modelo Peronista (CGT).

El peronismo se apoya en el principio que dice: al sentido de comunidad se llega desde abajo y no desde arriba (Comunidad Organizada, cap, 17, párr. 9). El sindicato en este modelo es una creación libre del pueblo y no del gobierno ni del Estado. El peronismo concibe al gobierno como el órgano de la concepción y de la planificación, y por eso es centralizado; al Estado como organismo de ejecución, y por ello descentralizado. Y al pueblo como elemento de acción, y para ello tiene que estar organizado a través de las organizaciones libres que él se da a sí mismo. Entre ellas, está el sindicato. Estos tres factores: gobierno, Estado y organizaciones libres del pueblo, deben actuar armónicamente coordinados y compensados en la ejecución de la misión común.

Para que ello ocurra son necesarias una subordinación ajustada y absoluta del Estado (los funcionarios y sus aparatos) al gobierno (ministros, secretarios y directores) y las diferentes fuerzas del pueblo en su tarea de factores concurrentes en los aparatos del Estado y en los instrumentos del gobierno.

El carácter de factor concurrente de los sindicatos obliga a estos a trabajar en el ámbito preciso de su representación natural.

Vemos pues, como para el peronismo el gobierno es el que decide, el Estado es el que ejecuta, mientras que el sindicato y las demás organizaciones libres del pueblo, tiene por tarea crear las condiciones de posibilidad para que las decisiones sean las correctas. Esto último muestra a las claras que en el modelo sindical peronista el sindicato es, antes que nada, una estructura de gestión política. Con lo que se cierra el círculo hemenéutico acerca de la naturaleza del poder para el peronismo.

Alberto Buela.